- Redacción
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- 2018-04-05 14:40:40
Los tenaces viticultores lanzaroteños batallaron contra la atormentada naturaleza de su isla, esculpida en lava, y la convirtieron en una imprevisible aliada para dar forma a unos vinos absolutamente únicos
L a fascinante isla de Lanzarote late al ritmo de los volcanes que la pueblan. Esculpida en lava, salpicada de cráteres, casi desértica. Con semejantes características, parecía algo improbable que se revelara como un territorio fértil. Pero de su fogosidad hecha cenizas nació el milagro. Y del trabajo heroico e incansable de los viticultores lanzaroteños, que libraron una ardua batalla contra la atormentada orografía de su isla, convirtiéndola en una aliada inesperada. Plantaron las viñas en profundos hoyos cavados en las cenizas volcánicas que protegieron del viento con un ingenioso escudo formado por muros semicirculares de piedra. Las cálidas temperaturas –la media es de 22 grados todo el año– y la escasez de lluvias –la pluviometría media anual es de 150 mm– se suavizan con los Alisios, que mecen la isla mientras condensan la humedad del Atlántico sobre la porosa ceniza volcánica. Una suerte de oscura esponja que gotea lentamente sobre las parras, moldeando extraordinarios frutos.
De esta viticultura tan singular, plenamente integrada en su dura y caótica naturaleza, surgen vinos únicos en el mundo. Y un paraje irrepetible, el que se puede contemplar en La Geria, que bordea por el este el Parque Nacional del Timanfaya. Merece la pena detenerse en este utópico enclave, y sumergirse en los secretos de esta enigmática tierra a través de la carretera LZ30 Monumento al Campesino-Uga, la más representativa del paisaje del vino, salpicada de viñedos y bodegas (entre ellas, la más antigua de Canarias). Debido a las peculiaridades climáticas de Lanzarote, su vendimia es de las más tempranas de toda Europa. Y cuenta con una variedad autóctona que no se puede encontrar en ningún otro lugar del planeta: la aromática Malvasía Volcánica, de gran calidad y brillo. Los vinos que se elaboran con esta uva –una gran mayoría de los blancos de la isla– están impregnados de ese inconfundible sabor volcánico, con una mineralidad marcada y buena acidez y equilibrio. En Lanzarote hay casi 2.000 héctareas de superficie de viñedo repartidas en más de 6.500 parcelas, con catorce bodegas productoras de vino. Gran parte de la cosecha anual se destina a los vinos blancos, ya sean secos, semidulces, dulces, de licor, crianzas o espumosos. Además de la extraordinaria Malvasía Volcánica, hay otras dos variedades de uva que dotan de un carácter muy especial a los vinos del territorio: la Moscatel de Alejandría –que se utiliza sobre todo para hacer vinos dulces–, y la Diego –de maduración tardía–.
Para promover, garantizar y defender esta riqueza vitícola existe un órgano epecífico: el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Vinos de Lanzarote. Entre las diversas actividades que organiza destaca Malvasía, la semana del vino de Lanzarote –se celebra en el mes de noviembre–, un magnífico homenaje a los vinos de la isla y a todas las personas involucradas en el sector. También hay otras atractivas formas de adentrarse en este apasionante universo: encuentros en el Club de Cata donde se armonizan vinos con tapas representativas de la gastronomía local; el Festival Enogastronómico –las últimas tendencias culinarias se funden con los sabores de los volcánicos vinos lanzaroteños–; el festival Sonidos Líquidos –intensa jornada de música, vinos y gastronomía–; Rutas de Senderismo por el paisaje del vino... ¡e incluso una carrera!, la WineRun, que se puede realizar en tres modalidades: 12 km, 24 km y trekking.
La mejor manera de descubrir la esencia de esta tierra sujeta a su impetuosa y bella naturaleza, con sus Montañas de Fuego y su paisaje lunar, es a través de sus vinos, latidos vivos del volcán.