- Redacción
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- 2019-04-30 00:00:00
Junto a la orilla del alto Duero que mira a Portugal desde Salamanca y Zamora aguarda un territorio fronterizo de belleza apabullante. Atravesado por cañones y desfiladeros, cuenta con un pequeño tesoro enológico: viñedos centenarios de uvas autóctonas únicas en el mundo.
El vino tiene el poder de hablar de su lugar de origen como ningún otro producto nacido de la tierra. Y el de la Denominación de Origen Arribes lleva consigo el alma de los territorios fronterizos.
Su curioso nombre, que deriva del latín adripa-ae (a la orilla), alude a la orilla española del alto Duero, esa que mira a Portugal desde Zamora y Salamanca. La Ruta del Vino bordea los espectaculares meandros de este río literario y generoso, que cincela un paisaje de apabullante belleza. Los abruptos cañones y desfiladeros (con desniveles de hasta 400 metros de altura) y las impresionantes cascadas que deja a su paso se pueden observar desde bellos miradores, en las visitas a los viñedos de la zona, o desde cruceros por el encañonado río.
Este sobrecogedor espacio, declarado Parque Natural y Reserva de la Biosfera por la UNESCO, posee una gran riqueza ambiental y paisajística, con numerosas construcciones arquitectónicas vinculadas al desarrollo agrario (lagares rupestres, guardaviñas o casitas de granito) o los característicos cigüeños de los huertos y las paredes de mampostería seca.
Un auténtico oasis en los confines de Castilla custodiado por salvajes cañones de granito y rocas metamórficas (también conocidas como arribes) que la Ruta del Vino de Arribes ha puesto en valor para regocijo de los visitantes. Ya cuenta con 65 asociados: alojamientos, restaurantes, bodegas, artesanos, queserías, almazaras, empresas de transporte y turismo activo... que colaboran activamente para proporcionar experiencias enoturísticas muy atractivas y variadas.
Entre ellas, visitas a las ocho bodegas inscritas en la Denominación de Origen con experiencias de todo tipo, ya que algunas de ellas ellas datan del siglo XII, pero también encontramos bodegas modernas e incluso microbodegas de elaboradores independientes.
La escarpada geografía, los suelos graníticos y pizarrosos y el particular microclima de Arribes (con notables diferencias respecto al resto de la región) han dibujado una denominación muy peculiar, con una gran diversidad de variedades, muchas de ellas autóctonas, con un inmenso valor (como las tintas Juan García, Bruñal, Bastardo o Rufete o las blancas Doña Blanca y Puesta), que se combinan con otras más habituales, como la Tempranillo, la Mencía y la Garnacha en tintos, y la Malvasía, la Verdejo y la Albillo en blancas. Los vinos resultantes son tan sabrosos y originales como la compleja y bella tierra que los cobija.
Pero además de pasear entre las viñas y vinos de Arribes, hay mucho que hacer en estas tierras fronterizas, como visitar alguno de los pintorescos pueblos que forman parte de la Ruta del Vino (San Felices de los Gallegos, en Salamanca, declarado conjunto histórico-artístico, es imprescindible) o disfrutar de su rica gastronomía: hornazo, bacalao, ternera Sayaguesa, cordero... Platos consistentes que muestran lo mejor de dos mundos.
También es muy recomendable visitar sus olivares, hacer actividades de senderismo, avistamiento de aves, talleres de alfarería, catas de aceite, o mermeladas artesanas y dejarse arrastrar por la personalidad de los quesos de la zona, cuyas queserías sin duda merecen una visita. Recorrer cada rincón a pie, navegar en barco por las aguas del Duero, charlar con los pequeños artesanos y productores de la comarca. En definitiva, dejarse encandilar por este refugio tan lejano y cercano al mismo tiempo.