- Redacción
- •
- 2019-10-07 00:00:00
Narrar su intensa historia despertando los cinco sentidos y divulgar la cultura del vino de una forma sencilla y divertida es la esencia de la emocionante propuesta enoturística de esta bodega centenaria.
E l vino tiene la habilidad de desencadenar emociones muy diversas. Y en la centenaria Bodegas Riojanas, en el corazón de la Rioja Alta, proponen una experiencia muy especial que las intensifica: un sensorial viaje enoturístico a través de sus 128 años de historia.
Una de las paradas más atractivas de ese viaje es la Sala de Sensaciones del Vino, un espacio lúdico único en La Rioja, sorprendentemente didáctico, que invita a ejercitar los sentidos –dedica una sala a cada uno de ellos– y a guardar en la memoria todo el placer que despierta una copa de vino.
En la zona visual se puede observar la evolución del color de los vinos en función de su crianza (sangre, púrpura, violeta, granate, rubí, café, ladrillo…) y así averiguar su edad y proceso de elaboración; en la olfativa, se juega a adivinar doce de sus aromas más característicos (flores, frutas, especias...); Los sonidos del vino (una de las más novedosas) permite descubrir la enorme variedad de matices sonoros del mundo del vino –el sonido de la uva al ser vendimiada, el despalillado, la fermentación, el descorche de una botella, el vino derramándose en una copa o el brindis–; y en la táctil se pueden palpar distintos elementos identificativos (la vid, el raspón, los hollejos o una duela de barrica) y distinguir los tres suelos principales de los que nacen sus vinos (el arcillo-ferroso, el arcillo-calcáreo y el aluvial o de cantos rodados). El sentido del gusto está presente durante todo el recorrido, en forma de tentadores vinos que se pueden disfrutar y comprar en la enotienda, asentada sobre un barranco natural. Todas las visitas a la bodega terminan allí, entre ricos aperitivos y brindis con vinos muy variados e interesantes, entre ellos los míticos Monte Real (100% Tempranillo de Cenicero) y Viña Albina (se elabora con uvas de Cenicero, San Vicente de la Sonsierra y Villalba de Rioja), Rioja Alta en estado puro. Pero también de otras denominaciones de origen en las que se asienta Bodegas Riojanas: Toro, Rueda, Ribera del Duero, Rías Baixas, Bierzo, Monterrei y Cava.
Otro de los espacios más emblemáticos de la bodega es su particular y divertido cementerio –aunque muy vivo– de 128 botellas (una por cada año de historia), que descansan en su nicho acompañadas de los acontecimientos y anécdotas más relevantes o curiosos de cada añada: entre ellos inventos, revoluciones, nacimientos, guerras, descubrimientos científicos, juegos olímpicos, canciones, películas...
128 años dan para mucho. Para muchísimo. Y sumergirse en Bodegas Riojanas supone detenerse también en sus orígenes, participar de su historia. Y respirarla. Porque la visita comienza en el edificio original, que data de 1890, ahora transformada en un salón-museo que exhibe una muestra de utillajes, herramientas y maquinaria vinícola utilizados a lo largo de los siglos. La evolución de la bodega, pionera y referente en la elaboración de vinos históricos en Rioja Alta, también se puede ver en las ampliaciones que se han realizado hasta hoy, en los distintos métodos de elaboración o en el arte de la crianza en barrica (el cual dominan a la perfección).
Fundada en 1890 por la familia Frías Artacho –familia con una profunda tradición vinícola que ya había conseguido la Medalla de Oro de la Exposición Universal de Barcelona de 1888–, es una de las bodegas que crearon la D.O.Ca. Rioja. Sobrevivieron a la filoxera, se convirtieron en Sociedad Anónima, y hoy es Santiago Frías, quinta generación de la familia Artacho-Frías, quien está al frente de la prolífica bodega, capaz de elaborar más de cuatro millones de botellas por vendimia.
"¿Te atreves a sentir una bodega?", preguntan en Bodegas Riojanas. Sus sorprendidos y emocionados visitantes son la respuesta más convincente.