- Laura López Altares
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- 2019-12-03 00:00:00
Con la tierra. Ese Valle del Duero duro pero espléndido, la Milla de Oro. Allí, en la primera finca que plantó vid tras la filoxera, se alzan los dominios de esta bodega familiar, que vive uno de los momentos más dulces de su historia.
La pasión es un poderoso motor capaz de mover, agitar, inspirar y cambiarlo absolutamente todo. Marca la diferencia entre lo bueno y lo extraordinario, y lo que sentí al pisar por primera vez Dehesa de los Canónigos fue esa mezcla deliciosa de alegría y vehemencia que transmite Belén Sanz, directora técnica y enóloga desde 1998. Aquella fría mañana de la primavera ribereña se convirtió en una cálida fiesta, la del 20º aniversario de Belén como enóloga de la bodega familiar (que casualmente también está de celebración este año, ¡cumple 30!). A aquella "reunión de amigos" –así llamó Belén a su emocionante homenaje, del que nos encantó formar parte– acudieron algunos de los mejores elaboradores del país, entre ellos Mariano García, Raúl Pérez, Richard Sanz, Tomás Postigo o Peter Sisseck. La pizpireta niña que soñaba con ser enóloga para "pisar las uvas" es una de las mujeres del vino más inspiradoras e influyentes, y sus vinos con alma nos mostraron un interesantísimo potencial de guarda en una cata histórica donde probamos el primer vino que se hizo en la bodega (la añada de 1989, "de esas que marcan") y en la que descubrimos en primicia uno de sus vinos más especiales: Dehesa de los Canónigos Gran Reserva Luis Sanz Busto 2010 (97% de Tempranillo y 3% de Albillo). Este maravilloso homenaje de Belén y sus hermanos a su padre (fundador de la bodega junto a su madre, Mª Luz Cid) es el segundo en la historia de la bodega con la calificación de Gran Reserva, que se reserva a añadas excepcionales –como la que se dio en 2001, el otro Gran Reserva de la casa–.
La Ribera más viva
Belén narró con el entusiasmo y la emoción que le caracterizan los sucesos meteorológicos de aquel 2010: al comienzo de la vendimia, una terrible helada detuvo el ciclo de maduración, disminuyendo la producción un 80%. El majuelo más antiguo, de casi 100 años, sobrevivió al tiempo inclemente y, "dada la calidad de la uva y su perfecto estado, se decidió emplear para elaborar un vino de larga guarda". El 11 de septiembre se recogieron los frutos que darían la vida a este gran vino, criado en barricas de roble americano 30 meses y en barricas de roble francés otros 10; y redondeado con crianza reductiva en botella. Su producción es muy limitada, poco más de 2.000 botellas de un vino elegante, aromático y voluptuoso al que auguramos una larga vida.
Otro de los vinos que catamos aquel día y que más nos cautivó fue el revolucionario Dehesa de los Canónigos Albillo, monovarietal de Albillo Mayor de viñedos de más de 80 años. Belén Sanz y su hermano Iván –director general– buscaban la singularidad y pureza de esta peculiar uva, y el resultado tras la fermentación con levaduras autóctonas (50% en barrica francesa y 50% en depósitos de acero inoxidable con los hollejos), seis meses en barrica y varios meses en botella, es un vino muy audaz, “con gran cuerpo en boca y una nariz muy intensa, auténtica y fresca, que simboliza el estado puro de nuestra variedad Albillo”, explica Belén.
Belleza histórica
Allí donde nacen estos vinos, en plena Milla de Oro de la Ribera del Duero, se respira una dulce placidez. Los monjes canónigos vallisoletanos fueron sus primeros propietarios, y tras la desamortización de Mendizábal terminó en manos del arquitecto Teodosio Lacanda, que construyó su casa al estilo de los caseríos vascos como homenaje a su tierra. Hoy es el hogar de la familia Sanz Cid (era propiedad de la familia de Mª Luz, que la vendió, pero ella y Luis se aferraron a aquel lugar tan singular y lo recuperaron, cambiando su destino y el de sus hijos), que recibe encantada a los curiosos visitantes para que conozcan su historia, vivan el proceso de elaboración de sus vinos, pisen su viñedo... ¡incluso lo sobrevuelen! Porque proponen una actividad enoturística muy original: Del cielo a la viña, un recorrido en globo por los espectaculares parajes de la Ribera del Duero que termina con una completa degustación de vinos. Aunque hay otras actividades en tierra firme muy atractivas: por ejemplo, Camino a Solideo incluye visita guiada a viñedo y bodega y una degustación de Dehesa de los Canónigos 15 meses y Solideo acompañada de un aperitivo caliente o dulce (¡y damos fe de lo rico que cocinan!), y la Selección Luis Sanz Busto amplía la cata con otro de sus vinos más especiales (una añada antigua... o el nuevo Gran Reserva Luis Sanz Busto 2010). En pocos lugares os sentiréis tan cómodos, porque la familia Sanz Cid pone un cariño inmenso en todo lo que hace.