- Antonio Candelas
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- 2020-01-27 00:00:00
Las posibilidades que ofrece esta tierra son cuantiosas y diversas. Su capital, atravesada de este a oeste por un espléndido Duero, alberga en el casco urbano el mayor número de edificios románicos de toda Europa. Su sabrosa cocina juega un papel fundamental para combatir la dureza de un clima que embellece más si cabe el paisaje de la región. Pero para gozar como es debido de tanto atractivo monumental, paisajístico y gastronómico es imprescindible tener siempre un vino cerca que esté a la altura. De aquella estratégica campiña donde se libraron batallas históricas nacen vinos capaces de transmitir la pasión del que lo elabora. Zamora es tierra de héroes y artistas, pero también es tierra de vino, y eso siempre interesa.
Podríamos empezar este reportaje desmenuzando todo lo referente a la Denominación de Origen Tierra del Vino de Zamora, principal protagonista del mismo: ubicación, clima, suelos, número de bodegas, variedades autóctonas... Información sin duda de interés imprescindible para entender el territorio que iréis encontrando en el texto, pero lo que nos fascinó de la visita que hicimos en un frío y ventoso día del pasado otoño a esta región vitícola fue la generosidad de su tierra y de sus gentes, cuestión que el tiempo ha sabido premiar con una historia rebosante de emocionantes relatos y un rico patrimonio cultural.
El recibimiento a nuestra llegada no pudo ser más majestuoso. Conforme nos acercábamos a Villanueva de Campeán, donde nos esperaba José Manuel Braña, gerente y secretario de la D.O. Tierra del Vino de Zamora, salieron a nuestro encuentro numerosas aves rapaces que planeaban con asombrosa destreza el cielo zamorano y observaban la belleza del paisaje desde una posición privilegiada. Un paisaje ondulado, dibujado por las espigas de cereal zarandeadas por el viento cuando se acercan los meses de la siega, por las masas perennes de pinos salpicadas entre los cultivos y por las viñas recias protegidas por la coraza del paso del tiempo. La D.O. cuenta en total con unas 630 hectáreas de generoso viñedo. La mayor parte del ámbito de producción de esta D.O. se encuentra en la provincia de Zamora, aunque alcanza también parte del territorio salmantino. Un gran porcentaje de esta viña está por encima de los 50 años e incluso algunas son prefiloxéricas, gracias a la textura arenosa del suelo, que sirvió en su momento como elemento de resistencia para que el maldito insecto no pudiera conquistar y destruir las raíces de las cepas.
A la generosidad del terreno hay que sumar el apego a la viña y la valentía que mostraron los viticultores de la zona cuando, a principios del siglo XXI, tomaron la decisión de poner en marcha la maquinaria administrativa para conseguir que la comarca obtuviera la denominación de origen. Era la única esperanza que podía tener la viña zamorana antes de ser arrancada debido a la falta de jóvenes interesados en el campo. Los hijos de los agricultores volaban hacia lugares con mejores perspectivas profesionales. Hoy, según José Manuel, parece que hay esperanza. Poco a poco la situación se está revirtiendo. No hablamos de una avalancha de incorporaciones a la gestión de la viña, pero sí se nota que la situación actual atrae a la gente joven, no solo en el campo sino en la creación de diferentes proyectos enoturísticos como el del Castillo del Buen Amor en el municipio salmantino de Topas, distinguido con la marca Posadas Reales, un sello que reconoce alojamientos rurales de calidad impulsado por el Gobierno de Castilla y León. Aquí todo cuenta. Cualquier cepa recuperada o edificio rescatado del abandono para desarrollar actividades donde el vino esté presente son valiosos aportes para que la comunidad vitícola siga adelante.
Otro aliciente con el que la sociedad zamorana cuenta es la infinita oferta gastronómica y cultural que ofrece al visitante. Solo la capital, con algo más de 61.000 habitantes, alberga más de 20 monumentos del Románico. Cada uno con su historia detrás, con su incalculable valor artístico y su inmensa belleza, que hacen de Zamora un destino tan coqueto como acogedor, tan atractivo como inesperado. Y cuando un lugar es poseedor de unas memorias tan extensas, la gastronomía absorbe gran parte de su historia en forma de sabores que inundan los platos de tradición. Los garbanzos de Fuentesaúco, el queso zamorano o el delicioso lechazo son algunas de las viandas que no debemos dejar de disfrutar cuando nos dejemos caer por aquella bendita tierra.
Con todas estas maravillas al alcance de la mano, parece que es el momento de que la Denominación de Origen Tierra del Vino de Zamora, con sus nueve bodegas, junto con la Ruta del Vino lideren la dinamización de una comarca que además cuenta con un patrimonio cultural único en Europa. Una reactivación del ámbito rural, necesaria, como en tantos otros lugares de España, que se verá respaldada por el gran tesoro natural y monumental de la región. El papel aglutinador y revitalizante que juega el vino de esta D.O. será exitoso si se es capaz de afrontar el reto con una visión global en la que todas las partes implicadas pongan la mirada en un mismo objetivo. Dicho así parece algo fácil, pero el proyecto es ambicioso y debe hacerse realidad con convencimiento y constancia.
Tesoros al descubierto
Decir que Zamora es un museo urbano no es nada presuntuoso. En unos pocos metros nos podemos hacer una idea muy certera del Arte Románico perteneciente a la época medieval de los siglos XI y XII. Ejemplo de ello es la Portada del Obispo de la Catedral, una muestra del Románico tardío de gran riqueza que nos enseña las influencias de los reinos islámicos y europeos. A cada paso que damos por sus tranquilas calles nos podemos encontrar con un asombroso monumento que vivió en primera persona una deliciosa leyenda o fue testigo de un momento decisivo en la historia, como el cerco a Zamora, en el que Doña Urraca aguantó el asedio de las tropas de su hermano Sancho II en 1072, siendo este asesinado a traición.
Zamora es ciudad de tesoros a pie de calle. De eso no cabe duda, pero en el campo, allí donde el clima continental se expresa con su máxima dureza, con inviernos heladores y veranos secos y calurosos, las viñas son capaces de ir tejiendo unos racimos de Tempranillo únicos. Una uva exclusiva que en muchos casos nace en el seno de cepas muy viejas. Un fruto muy cotizado entre los bodegueros, porque es ahí donde está la esencia y la diferencia de la zona con respecto a la cercana Toro. Se trata de un terreno algo más elevado, que ronda los 800 metros de altitud. Este hecho favorece una maduración más pausada y un resultado final con una acidez mayor. Si a esto le sumamos la longevidad de las viñas, que hace que la uva sea pequeña y concentrada, y unos suelos con diferentes texturas, pero paupérrimos en cualquier caso en lo que a materia orgánica se refiere, cada racimo recolectado es como un pequeño tesoro.
Así lo entiende José Manuel Beneitez, enólogo de Viñas del Cenit perteneciente al grupo Avante Selecta y propietario de su propio proyecto en Arribes. Apenas lleva una vendimia en la bodega, pero sabe lo que quiere hacer con el tesoro que son capaces de dar las viñas de allí. En su mente está mantener la profundidad de los tempranillos que la tierra aporta por sí sola, pero a través de vinos más elegantes y frescos. Virtudes que van escritas en la propia zona y son su marca de identidad. Durante la interesante cata de barricas que nos ofreció pudimos descubrir las primeras malvasías de la bodega, que esperemos que no tarden en salir al mercado porque merecen mucho la pena por su finura y expresión.
Otro tesoro rescatado del olvido es el proyecto del atleta zamorano Ramiro Morán. En la localidad de Corrales del Vino, él y su mujer se hicieron con una casa solariega de 1885 y su bodega subterránea aún más antigua. La han ido rehabilitando para convertirla en el lugar donde elaboran sus vinos a partir de las viñas que adquirieron hace unos años y como destino enoturístico donde familias y amigos disfruten de su hospitalidad y calidez. Del subsuelo de la casa salen unas 6.000 botellas de vino afinadas y listas para ser disfrutadas por los visitantes y por todo aquel que llama pidiendo que le reserven alguna. Vinos con notable personalidad donde la uva habla del fuerte carácter de la tierra zamorana tocada por la amabilidad de su privilegiada ubicación.
La belleza de lo sobrio
La característica fundamental que se nos viene a la cabeza cuando nos hablan de Arte Románico es la sobriedad de sus formas. Una sobriedad que se convierte en belleza en manos del artista. Algo parecido ocurre en el vino de esta Denominación de Origen. Ya hemos hablado de la profundidad que muestra la Tempranillo en esta tierra, de su perfil frutal y de ese apunte fresco que la distancia de los tempranillos de otras zonas. Aquí la viña es austera, se tiene que conformar con lo poco que cae del cielo, apenas 400 litros por metro cuadrado en un año. En las tierras arcillosas, poco alimento encuentran las raíces, pero es el justo para que la uva concentre todos los aromas en un equilibrio de madurez único. Por no hablar del perfecto estado sanitario de la zona debido al viento que circula, eliminando todo resquicio de humedad al que se puedan agarrar los hongos y demás enfermedades de la vid. Como veréis, son condiciones donde no predomina el despilfarro ni la comodidad para la vid ni para el viticultor. Sin embargo, el resultado final es delicioso, y es que cuando la sencillez se trabaja con respeto y cariño solo se puede obtener un vino auténtico, un vino con marca propia.
Un ejemplo de esta forma de hacer vino lo encontramos en la bodega Dominio de Sexmil, donde Juan Miguel Fuentes, su responsable y presidente de la D.O., nos habla del secreto de sus vinos, las viñas viejísimas que apenas dan uva, pero que son un verdadero manjar. De ahí y con un cuidado extremo en la elaboración y crianza para no alterar la esencia de tan extraordinario fruto nacen unos vinos con estructura, pero sobre todo con nobleza. Otro de los proyectos que aglutinan un buen puñado de viñas viejas es el de la bodega cooperativa El Soto en Villanueva de Campeán. El dato habla por sí mismo: entre todos los socios aportan 240 hectáreas, todas ellas plantadas en vaso y por supuesto en un riguroso régimen de secano. Pero lo mejor de todo es que un gran porcentaje es viña prefiloxérica, cuestión que imprime no solo valor sino carácter a los vinos. Hace tiempo que se habla del valor de la viña vieja, pero pocas veces se comenta que son las cooperativas las que conservan la mayor parte de ese precioso patrimonio.
Aunque hasta ahora solo hemos hablado de tintos, en cuestión de blancos esta región no se queda atrás. Las principales uvas blancas son la Malvasía y la Verdejo. Son perfiles más comedidos en cuanto a intensidad aromática se refiere, pero por contra los encontramos más refinados y con una mayor capacidad de adquirir complejidad durante crianzas moderadas en roble de más de un uso para que el impacto de la madera no apabulle al vino. Quien más quien menos apuesta en la zona por el blanco, pero en la Bodega Señorío de Bocos de la localidad de Villamor de los Escuderos tienen claro que la variedad Verdejo ofrece resultados muy amables en vinos de fácil acceso en lo económico.
Caída ya la noche y con el tiempo poco apacible, acabamos el viaje en la bodega de Guillermo Freire en Moraleja del Vino. Bajo el suelo de su hogar duerme el vino en barricas. No son muchas, asegura, pero suficientes para ir sirviendo a los clientes de la zona. Guillermo es viticultor y tan pronto te lo encuentras con las tijeras de podar como con las herramientas de bodega. Su hijo, que ha heredado su nombre, es el próximo en tomar las riendas del negocio familiar, asunto muy importante en los tiempos que corren.
Una ruta con encanto
Guardián de la deliciosa sobriedad del Románico, privilegiada tierra por la que el Duero transcurre esplendoroso e inalterable, alacena generosa que alimenta al visitante con los sabrosos bocados que la tierra pone a su disposición y bodega hospitalaria que siempre tiene un trago de buen vino al alcance de cualquiera. Así es la Denominación de Origen Tierra del Vino de Zamora, una comarca que también alienta al peregrino que se dirige a Santiago de Compostela por la Ruta de la Plata, que atraviesa de sur a norte esta encantadora tierra. Los alienta además de proporcionarles cobijo y alimento, como hacen por ejemplo en el hotel rural Teso la Encina, ubicado en Villamor de los Escuderos. Allí, la familia Lozano se encarga de reanimar con suculentos platos de la cocina tradicional zamorana los cuerpos maltrechos de los peregrinos y de aplacar su sed con algunos de sus vinos que elaboran en la pequeña bodega colindante.
Otro proyecto que aúna vino y gastronomía es la Bodega Valcabadino. Se trata de un asador donde trabajan la cocina regional, que a su vez complementan con la elaboración de sus propios vinos buscando un perfil diferente sin perder la identidad de la zona. El responsable es Enrique Domínguez, un apasionado de la comarca que está convencido de las posibilidades de esta tierra.
No era difícil pensar que ante tanta riqueza había que dar el paso de crear una Ruta del Vino que fuera capaz de ofrecer al visitante la gran cantidad de activos turísticos. Y así ha sido. Bodegas, hoteles, alojamientos rurales y restaurantes están dando los pasos necesarios, con el apoyo de las administraciones, para que a lo largo de los primeros meses de este año reciba la certificación correspondiente y forme parte del entramado nacional de Rutas del Vino impulsada y guiada por la Asociación Española de Ciudades del Vino (ACEVIN).
Al final, como bien cuenta José Manuel Braña desde la gerencia de la Denominación de Origen, Zamora es un destino muy atractivo no solo por lo que ofrece sino también por la facilidad y rapidez con la que se llega a la zona. Por ejemplo, desde Madrid tan solo está a dos horas y media en coche y a hora y media en tren. Tiempos muy asumibles en escapadas de fin de semana tan necesarias actualmente, donde lo que se busca principalmente es un destino tranquilo con una oferta turística completa y diversa. Ahora es el momento de que empiece a andar y de que se dé a conocer en los circuitos adecuados.
Ha sido alentador ver cómo en unos pocos años esta comarca de Zamora ha tomado conciencia de la importancia que tiene elaborar un tejido socioeconómico basado en el aprovechamiento de la generosidad de su tierra, sus gentes y su historia. Actualmente, todo lo que tenga que ver con la revitalización de las zonas rurales potenciando los recursos que cada región atesora debe ser tanto aplaudido como por supuesto apoyado. La Denominación de Origen Tierra del Vino de Zamora y su ruta representan todo un ejemplo de desarrollo sostenible donde una gran cantidad de sectores locales se verán beneficiados. Veremos cómo avanzan, pero hoy por hoy deben estar orgullosos por lo que hasta ahora están consiguiendo. Sin olvidar la grandeza de sus vinos, pues aunque la Denominación de Origen todavía es muy joven, sus elaboraciones han logrado expresar sin complejos su propia identidad.