- Redacción
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- 2000-03-01 00:00:00
El tráfico ruge, incansable. Mira asombrado, entre las prisas, los inmensos depósitos relucientes. Pero ignora que abajo, resguardada del ruido, del sol y la vorágine, se extiende la mayor cara de Castilla-La Mancha. La cara por descubrir de Los Llanos
Ceguera de blanco y añil. La luz de la tierra compite con la del cielo. La vorágine de tiempo de vendimia, la urgencia para que la uva no sufra los rigores del estío manchego fuerza el ritmo de las cuatro tolvas de recepción. Lo que ha de convertirse en delicado blanco o en rotundo tinto pasa al mimo de la justa temperatura que despierta a las levaduras, el estrecho umbral entre el letargo y la muerte. La naturaleza funciona casi con garantía; rara vez, sólo en los años de calor asfixiante, hay que echar mano de levaduras cultivadas, y aún así, las cepas seleccionadas respetan el tipismo, los aromas y sabores inconfundibles.
Porque ése es el espíritu de esta casa: valorar, renovar y dar esplendor a la larga historia y tradición de Valdepeñas. Y de eso hace treinta años, cuando ante la sorpresa y el escepticismo de propios y extraños entronizaron en la bodega las primeras barricas que viera la zona.
Fue la bodega antigua, la que construyó la familia Carabantes en el centro de la villa, la que vio nacer el Señorío de los Llanos. Ahora, el histórico edificio poblado de tinajas gigantescas se va adornando con primitivos utensilios de labor y piezas de arqueología industrial, ingenuos artilugios que durante siglos resolvieron de forma precaria el camino de la uva al vino, la más preciada riqueza local.
Hasta hoy mismo, cuando cada uno de los cincuenta empleados que se ocupan del campo y la bodega pueden exhibir, como los cristianos viejos, una tradición vinatera hasta donde la memoria alcanza. Y los primeros son los propios empresarios, una unión de familias emprendedoras, apegadas a sus viñedos e incluso con larga experiencia en sus bodegas particulares. De esa unión, promovida y regida por Luciano Galán, nació Cosecheros Abastecedores, pionera en una revolucionaria línea de vinos populares, sin complejos, libres de impuestos y dispuestos a comerse el mundo.
Concentración y calidad
Y así fue, superando incluso las previsiones más optimistas y los sueños más fantasiosos. A principios de los 60, a las afueras de Madrid, el flamante almacén de las primeras botellas de vino “seis estrellas” se dotó, previsoramente, con diez camiones de distribución. En la primera semana se habían convertido en sesenta, habían derrocado el monopolio de la venta en bodeguitas de barrio y se exhibían en cualquier comercio. Y los pedidos seguían creciendo.
Mucho ha cambiado el vino desde entonces pero estos visionarios lo han ido adivinando. De ahí la vuelta a la tierra, el redescubrimiento de la potencialidad de Valdepeñas y las posibilidades de la uva Cencibel, la Tempranillo local. De ahí que diez años antes que sus vecinos, en el 73, optaran por los vinos de calidad y la crianza, que conduce a marcas de gama alta, reservas y grandes reservas.
Llevan la firma de Juan Sánchez Moreno, la garantía de su conocimiento y su experiencia en una vida dedicada exclusivamente al vino de esta tierra, como didacta en la escuela de enología, como presidente de Fervino, y como directivo del Consejo Regulador. Un Consejo gestado con esfuerzo y con vocación, aunque con la lógica incontestable de que Valdepeñas se sustenta en una tradición elaboradora y un prestigio que los diferencian de la gran Mancha. Terrenos poco profundos y muy alcalinos y un clima duro determinan uvas sanas y una producción muy escasa que se compensa en concentración, en calidad.
Señorío de los Llanos cultiva 325 Ha. de viñedo, 25 de Cabernet Sauvignon y el resto Cencibel. Procesan 37 millones de kilos de uvas propias y de proveedores controlados, y seleccionan así la mitad para los vinos de denominación de origen. Bajo el jardín, bajo la tierra árida y dorada, se esconden discretamente dos inmensas cavas donde se apilan 21.000 barricas de roble. Es la Cueva del Arte, la mayor de Castilla-La Mancha, avenidas frescas, sombrías y aromáticas. De allí, en su día, van saliendo marcas clásicas como los Pata Negra o nuevos varietales como el Cabernet Loma de la Gloria. Y allí regresan, en forma de premios internacionales, un refrendo permanente en catas ciegas, donde no influyen prejuicios de zona, donde el vino se juzga puro y desnudo. Esa calidad, esa imagen de marca es el trabajo y la honestidad de Los Llanos.