- Redacción
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- 2005-12-01 00:00:00
El Hierro posee uno de los viñedos más antiguos de Canarias, cultivo hoy en retroceso, pero que vivió días de gloria. Tiene por delante un porvenir incierto, entre el éxito del Tanajara y la amenza latente del arranque o el abandono del viejo viñedo. La costa abrupta y oscura de la isla más misteriosa de España provoca al visitante la primera sorpresa. Sus proporciones impulsan a creer que estamos en un continente a pequeña escala, en el que en diez minutos se pasa de una temperatura subtropical a un ambiente de montaña o un panorama desértico asolado por el volcán. Los distintos microclimas conforman su flora, desde las frutas exóticas y tropicales del Golfo hasta los pinos, laurisilvas, castaños o sabinas que las distintas alturas sostienen y aportan. Y, por supuesto, la viña, que aparece en cada rincón donde una cepa logre mantenerse en pie. Tan esplendorosa y emocionante es esta isla, antaño fin del mundo conocido, que con buen criterio ha sido nombrada reserva de la biosfera. Sus suelos son ricos, diversos sus microclimas, y distintas las variedades autóctonas, algunas llegadas hace más de 500 años y rebautizadas en la isla: Burra blanca, Verijadiego, Forastera, Mulata, Baboso (o Babosillo), Negro muelle, Bremajuelo, Uval… La hora de la verdad El viñedo de la isla atraviesa por momentos delicados. Quizás hasta ahora no se ha sabido aprovechar el enorme potencial que posee su situación, sus viñas, el valor añadido del entorno o su status de territorio reserva de la biosfera. El viticultor no recibe suficiente recompensa para el esfuerzo que supone tener a punto el viñedo. «Todos los años se pierde una viña. Los mayores ya no pueden y los jóvenes no quieren, porque no encuentran suficiente incentivo», dice Cayo Armas, presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen. Se puede pensar que las personas en esta isla son de carácter conformista. Nada de eso. La gente de El Hierro ha sufrido tradicionalmente una severa diáspora que les ha modelado el espíritu. Más del 80% de las familias ha tenido algún miembro en la emigración, especialmente en Venezuela. Su cabildo fue capaz de diseñar y poner en pie la primera bodega comarcal de toda Canarias, en una de las primeras denominaciones de origen de aquellas islas. Pero, como todos los pioneros, tuvo que pagar el canon de la inexperiencia. Y uno de los más costosos fue la elección del terreno para la instalación de la bodega. Es muy fácil encontrar el emplazamiento en una isla que cuenta con variedad de terrenos, microclimas y alturas, desde la cota cero a los más de 1.500 metros que alcanza el «Malpaso», su monte más alto. Pero eligieron la cota cero, donde la temperatura rara vez baja de los 20º centígrados, y las máquinas deben hacer un esfuerzo brutal si se quieren mantener los vinos en perfectas condiciones. Como en todas las islas, la viña está muy atomizada, 275 has. acogidas a la D.O. que pertenecen a unos 380 viticultores, por loque alguien que posea 30 has. puede ser considerado terrateniente. La situación no es ni mejor ni peor que en otras comarcas que no gozan de la suerte de estar de moda. Cayo Armas es presidente desde que se fundó la D. O. en 1994: «con poca experiencia y poco dinero, fue la primera bodega comarcal que se hizo en Canarias». De los vinos que elabora la cooperativa, sobresalen el varietal de Verijadiego blanco, «Viña Frontera», y un dulce de poca tirada, realmente original, de nombre «Gran Salmor». El factor mejorante La situación desde fuera suele apreciarse desde un punto de vista más objetivo. Quizás haya sido una de las causas por la que la sociedad formada por Pedro Nicolás (hijo de la isla y constructor) y Juan Jesús Méndez, de la bodega Viñátigo de Tenerife, haya alcanzado el éxito tan rápidamente. De cero a cien en seis años. El inquieto equipo de Viñátigo, apasionado por los experimentos con variedades canarias, se vio atraído por una cepa que crecía en El Hierro: la Baboso. Ofrecía esta variedad unas características parecidas a las que poseen las variedades con carácter para elaborar grandes vinos. Poca producción, racimos pequeños, bayas menudas, buena carga polifenólica, excelente acidez y madurez temprana. Todo esto, que son virtudes para los que buscan la calidad ante todo, para los viticultores herreños era una complicación. Al ser la primera en madurar, era pasto de los depredadores (aves, conejos) y les obligaba a enzarzarse con la vendimia al menos quince días antes. De la suma de esos inconvenientes dicen que nació su despectivo apodo. El caso es que la cantidad de cepas en el campo disminuía peligrosamente hasta llegar al borde de la extinción. Ahora, su recuperación está asegurada, no solo en El Hierro, pues ya hay en Tenerife unas cinco hectáreas plantadas en la zona de Tacoronte de la que hablaremos en un futuro. En la bodega Tanajara, fundada en El Pinar, se elaboran, con el inestimable trabajo de Elena Batista, enóloga de la casa, los Tanajara. Uno de ellos el «Tanajara Baboso 2003» ha resultado sin duda uno de los mejores tintos de España. Unas ocho hectáreas de viñedo ya reconvertido, bien vigilado por artilugios de avanzada tecnología, comienzan a dar buenos frutos. A unos 700 metros de altitud, y solo variedades de allí: Verijadiego, Bremajuelo y la estrella Baboso tinto. La tradición se moderniza Fraguado en la dureza de la lucha canaria, entre la fuerza que requiere este deporte y la sutileza que se necesita para aprovechar la del contrario para vencer, Juan Manuel Quintero sostiene con firmeza seguir la estela de Tanajara. Medios e ilusión no le faltan. Con José Medina como socio y Enrique Bermúdez (Presidente de la Unión Canaria de Catadores) como enólogo asesor, ha reestructurado sus viñas y remozado la bodega de Los Valles de Naos, cerca de Valverde. Además piensan recuperar el «vino de las Vetas». Consistía este vino en un dulce blanco-topacio de solera estática, elaborado con Verijidiego blanco, variedad que posee una gran carga de acidez, aún llevando la cosecha a la sobremaduración. Se hacía cerca de la costa y con uvas muy maduras, luego se ponía a criar en toneles de castaño o roble de Virginia, bajo un techo de zinc o simplemente donde hubiese más calor. Con ello se busca la concentración y la oxidación. De este vino todavía queda algún vestigio en Sabinosa, donde la familia de Juan Manuel posee algún tonel desde los años sesenta. «A las temperaturas que alcanza el vino en ese ambiente, el azúcar se carameliza y el resultado es muy original». Para los vinos modernos han elegido maderas francesas, limousin para criar los tintos, los blancos fermentados en barricas y con lías trabajadas. Perfil moderno que pronto alcanzará la madurez. Fuerza y sutileza aplicadas al arte de la enología, excelente combinación. El romántico viñedo viejo Desde la bodega de Uwe Urbach se domina una vista esplendorosa. Situada a unos 600 metros de altitud, se halla justo en la franja donde el viñedo es más abundante, de clásicas terrazas protegidas por piedra con solo unas hileras de cepas en cada una. Todo El Golfo a los pies, desde el Roque Salmor a Punta Arenas Blancas, forma un conjunto inolvidable, y una vista que se pierde en el Atlántico, tan lejos y clara que sueñas con divisar América. Y ya a nuestras espaldas, el colosal despeñadero que en algunos puntos supera los 900 metros. El matrimonio Urbach, oriundo de Garmisch-Partenkirchen (Baviera), se impuso un plazo prudente en la isla para curarse del estrés que originaba su vida en Alemania. Va para quince años, y se adaptaron tan bien que participan en la vida activa del pueblo: Uwe incluso pertenece a un grupo folklórico. Posee 4’5 hectáreas de viñedo en el que practica la agricultura biológica. «Tegamón» es su vino, Verijidiego blanco, su uva favorita, aunque reconoce que todavía no la domina tanto como para extraerle todo su potencial aromático. Un tesoro manifiesto Mirar, sentir, trabajar la imaginación para describir las viñas de El Tesoro, precioso monte-volcán que resguarda una de las propiedades vitícolas más significativas de la isla. 30 hectáreas de viñedo situadas en una pendiente desenfrenada que va desde casi la orilla del mar a cerca de los setecientos metros de altitud. Los hermanos Ávila son sus propietarios, y de esa viña se pueden extraer muy buenos vinos. Solo falta renovar la bodega, porque voluntad les sobra. Nos dijeron que en el Pinar se elabora el mejor vino de El Hierro (después del Tanajara, claro). Es un vino de los que se pueden denominar «de garaje», muy poca cantidad, pero de fama ya reconocida. La prueba definitiva es que a Celestino Hernández, su autor, se le acaba la producción mucho antes de que la cosecha nueva venga a suplirla. Perseguí a Tino, hice todo lo posible para contactar con él y convencerle de que me dejara probar su vino. Imposible. No hubo ocasión, creo que desde el primer instante pensó la maldita frase que tanta fama ha adquirido en estos últimos tiempos: «pues, va a ser que no». Restaurantes: La Taberna de la Villa C/General Rodríguez, 10 Valverde Tel. 922 55 19 07 Buen jamón ibérico, pescados muy frescos y tapas apetecibles. La Maceta C/ Los Arroyos El Golfo Tel. 922 55 60 20 Surtido de tapas en un ambiente agradable y cocina bien trabajada. El Refugio C/ La Lapa, 1 La Restinga Tel. 922 55 70 29 Hay que bajar a La Restinga para disfrutar de los sabrosos pescados de la isla. El Refugio es uno de los mejores locales, a pesar de su aspecto de bochinche. hoteles: Parador Nacional El Hierro C/ Las Puntas Frontera Tel 922 55 90 81 Estilo inconfundible de todos los paradores, con el añadido de la primorosa amabilidad herreña. Hotel Punta Grande C/ Las Puntas Frontera Tel 922 55 90 81 «El hotel más pequeño del mundo» dice el «Guinness», aunque es lo de menos; lo mejor es que se descansa bajo la majestuosa y placentera influencia de Neptuno