- Redacción
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- 2003-10-01 00:00:00
En una cálida tarde de primavera no hay nada más hermoso que sentarse en la terraza de uno de los cafés que jalonan la bahía de Collioure. Y dejar vagar la mirada desde el imponente castillo templario junto a la entrada del puerto hasta la iglesia parroquial, situada casi en la arena de la playa, y cuyo campanario antaño fue faro. En el embarcadero hay amarrados botes pintados de colores. Algunos niños ya se bañan, mientras que en las cumbres de los Pirineos, al fondo, aún se ve nieve. Fue el pintor Raoul Dufy quien dijo que no existe cielo más azul que el de esta localidad del Mediterráneo. Dufy, al igual que Picasso y Braque, frecuentaba el Hôtel de Templier. Eso fue antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero seguro que, al anochecer, pasaban la hora azul en alguna de estas terrazas y bebían lo que aquí beben todos: una copita de dulce Banyuls. «El mejor Banyuls está hecho con un 100 por cien de Garnacha, eso está claro. Es nuestra variedad reina, adaptada perfectamente a lo largo de siglos a nuestros suelos de pizarra y adecuada como ninguna otra para nuestro tipo de vino, el vin doux naturel», explica el vinicultor Bernard Sapéras. Mientras, en la bodega de su Domaine Vial-Magneres, que como la mayoría de las bodegas de Banyuls recuerda al laboratorio de un alquimista, llena con cuidado cuatro copas de vino. La Garnacha presenta mágicamente un espectro de colores que parece imposible: El Rimage de 2000 reluce en la copa en violeta y negro, como un concentrado puro de bayas negras. A su lado, el Tradition 7 Ans presenta un rojo granate considerablemente más maduro. Con el Grand Cru 1991, el color vira al naranja. Y, vino a vino, resulta cada vez más claro el aroma a nuez, café, frutas desecadas y cacao. El Altragon de 1982, madurado en el desván durante muchos años en barricas de madera no del todo llenas, servido para terminar, brilla en un elegante color ámbar. Si no se supiera, ni con el ojo ni con la nariz se podría adivinar si se trata de un vino hecho con uva tinta o blanca. El aire huele a brezos Jean-Michel Parcé, propietario de la Domaine du Mas Blanc, nos lleva a otro mundo en su todoterreno: el paisaje espectacular donde crece la Garnacha de Banyuls. Aunque el mar aún lanza destellos en el horizonte, la costa y los turistas en la playa parecen estar muy, muy lejos. Reina el silencio en los valles y anfiteatros inclinados hacia el mar, sobre los que vigilan las ruinas de las torres de Madeloc y Massane. Por diminutas grietas en las planchas de pizarra surgen, retorciéndose, las poderosas cepas. Entre las terrazas, en catalán peus de gall, pies de gallo, crecen nudosos olivos y encinas. El aire está perfumado del especiado olor de los brezos secos. Jean-Michel Parcé nos cuenta cómo antaño las gentes de Collioure y Banyuls vivían de la pesca y la vinicultura. Cada dos o tres semanas cargaban sus mulas con provisiones y pasaban unos días en esos valles quemados por el sol para cultivar y cuidar sus viñedos, viviendo en diminutos iglúes de piedra. Hasta hoy, lo que se ha mantenido es el duro trabajo manual y las cosechas escasas. Jean-Michel Parcé se da por contento con 200 gr. por metro cuadrado. Los vinos dulces de Banyuls deberían contarse entre las especialidades más buscadas del mundo, pues lo que se produce no llega ni a los 30.000 hectolitros por año. Sin embargo, estos vinos fantásticos hasta ahora nunca han superado el estatus de información confidencial. Pero, para un grupo de aficionados incondicionales, suponen lo más grande que se puede hacer con la Garnacha. Para despedirnos, Jean-Michel Parcé nos ofrece un Banyuls-Parcé de 1952. Sabe a nuez y moka. «Con su delicado abocado, es la perfecta prolongación de un puro habano», dice el famoso mago de Banyuls, abriendo su humidificador. DELICIOSO POSTRE Los vinos dulces de Banyuls, con su alto porcentaje de Garnacha, son los acompañantes ideales para los postres a base de chocolate. Lo cual es aún más cierto en el caso de los Banyuls madurados algunos años en barricas de roble. En ellos, la fruta y el tanino se entremezclan a la perfección, y a pesar del alto contenido de azúcar residual, el vino se vuelve suave, redondo y complejo. Estos Banyuls también armonizan con los postres de chocolate con un alto porcentaje de cacao. Tarta de chocolate dulce y amarga 320 gr. de chocolate amargo con alto porcentaje de cacao. 160 gr. de mantequilla troceada. 160 gr. de azúcar glas. 5 yemas de huevo. 70 gr. de harina. 5 claras de huevo. Partir el chocolate en pedacitos, añadir los trocitos de mantequilla y el azúcar glas y dejar que se fundan al baño María sobre fuego lento. A continuación, sacar el cuenco del baño María y revolver hasta formar una masa homogénea. Añadir las yemas de huevo y revolver. Batir las claras a punto de nieve y añadir la harina pasada por un tamiz. Mezclarlas con la masa de chocolate. Verter la masa en un molde pintado de mantequilla y hornear durante 45 minutos en el horno precalentado a 180º.