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Siete rostros de Australia: Lambrusco, Boccia, Shiraz

  • Redacción
  • 1999-04-01 00:00:00

Para empezar, Steve Maglieri nos sirve algo que no hay en ninguna otra winery del sur de Australia: un espresso correctamente preparado. También podría servir un Lambrusco perfectamente vinificado, espumoso, dulce y con un final fresco. Los Maglieri venden casi cuatro millones de botellas al año solamente de este Lambrusco. El lambrusco Maglieri es una parte tan integrante del estilo de vida de la poderosa comunidad italiana en Australia como el juego de la bocha. Por supuesto, los Maglieri también patrocinan un torneo de bocha. Participan en él 16 equipos. Haber conseguido ganar la propia copa con su equipo en 1997 es, para Steve, lo que él mismo define como uno de los puntos cumbre de su vida.
Pero hablemos de los “vinos correctos” de los Maglieri. Sobre todo el Merlot y el Syrah de viñedos escogidos, generalmente propios, en el McLaren Vale son bombas negras, francamente licorosas y dulces, con un marcado sabor a madera de cedro. Encarnan esa característica sensual con la que Australia ha hecho furor en el mundo. El Syrah Reserve, una selección de las mejores barricas, es un paso más de este estilo. Sería difícil encontrar otro vino superior más “australiano”. El imperio Maglieri, que actualmente gestionan Steve y su yerno Joseph Cogno, cuya familia es originaria de Alba, tiene en la actualidad 185 has. de viñedos. Entre ellas, las hay en magníficas situaciones, como el Couglas Gully Vineyard. En la bodega trabajan 32 personas. Y eso que Steve llegó en 1964 al puerto de Melbourne con una maleta. Y no hablaba ni una palabra de inglés.

mclaren vale: Lambrusco, Boccia, Shiraz

La receta con la que Steve consiguió fama y fortuna en el sur de Australia puede resumirse así: voluntad de hierro. Demostró seguir teniéndola, a sus 52 años, durante la última fiesta de la cerveza en Adelaide. Se enzarzó en un concurso que consistía en sostener con el brazo estirado una jarra de litro y medio de cerveza durante el máximo tiempo posible. Pasados treinta minutos sólo quedaban él y un joven al que espetó su lema: “¡Yo jamás me rindo!”. A los treinta y cinco minutos, el joven bajó el brazo y Steve mantuvo la jarra dos minutos más, por educación, porque le habría avergonzado confesar que hacía tiempo que él tampoco podía más. No pudo mover el brazo durante los dos días siguientes. “Estás completamente loco”, le certificó su mujer tras este episodio cervecero.
Todo comenzó en Campobasso, un pueblo de los Abruzos. Serafino, el abuelo de Steve, alimentaba allí a su familia con la clásica granja mixta. También las viñas formaban parte de ella. Pero para la generación siguiente la granja se quedaba pequeña. Así que su padre y su madre emigraron a Australia en el año 1958. Steve se quedó con sus abuelos hasta acabar la enseñanza secundaria. Tenía 17 años en 1964, cuando embarcó para encontrarse con sus padres. Pasó 28 días solo en el barco: “es increíble la cantidad de cosas que se me pasaron por la cabeza”. A esto se añadía que se había enamorado de verdad antes de partir. Y la familia de la muchacha no tenía teléfono. Las cartas eran su único medio de comunicación. Así, durante cuatro años. Luego, su futura mujer, que ya tenía 21 años, también embarcó rumbo a Australia. “Me compré un coche, un viejo ‘Holden’, y con él fui hasta Melbourne a esperar a que llegara el barco”. Su padre trabajaba en la vinicultura. Y siempre que había conseguido juntar algo de dinero, compraba tierras y plantaba vides. Con la venta de la uva, la familia se aseguraba un ingreso adicional. Steve lo hizo como su padre. Pero pronto germinó el sueño de construir una winery propia. “Mi padre se oponía. Lo que se estaba construyendo aquí era el resultado de un duro trabajo físico. No quería correr ningún riesgo. Sin embargo, cuando yo me decidí, a pesar de todo, a fundar una empresa propia, nadie me apoyó tanto como él”. Hoy por hoy, los Maglieri han alcanzado el éxito. En el McLaren Vale se cuentan entre los grandes. “Lo único que me duele es que mi padre no pudiera vivir para participar de este éxito. A los 67 años, murió demasiado pronto”, relata Steve Maglieri.

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