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El 96 fue un año de bondades y rarezas atmosféricas para el viñedo de Rioja. El tiempo acompañó bien la mayor parte del ciclo vegetativo: un otoño y un invierno bastante húmedos, con abundancia de lluvias, y no excesivamente fríos. La brotación tuvo lugar en su momento exacto, con un clima benigno y soleado, por lo que apenas tuvo incidencia el corrimiento de la vid. Otro factor importante fue la poca influencia de las heladas tardías en la cantidad y calidad de la uva. Hubo un verano un tanto raro, poco caluroso, en el que muchos días amanecían con los cielos cubiertos. Y hubo lluvias que retrasaron la maduración hasta mediados de octubre. Entonces vino el milagro, porque la época de las vendimias comenzó con un período soleado que culminó una maduración adecuada y sana. Las uvas se recogieron con comodidad y entraron en las bodegas en un punto óptimo de maduración. La cosecha fue declarada por el comité de catadores del Consejo Regulador como Muy Buena.