- Antonio Candelas, Foto: Heinz Hebeisen
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- 2023-03-01 00:00:00
De unos años a esta parte no es difícil encontrar vinos en cuya etiqueta se destaca el apelativo de pie franco o incluso prefiloxérico. Dos conceptos que no tienen por qué ir emparejados, aunque sí están conectados. Veamos sus diferencias y sobre todo en qué radica el aumento de valor de estas viñas.
Decimos que una viña está plantada en pie franco cuando tanto el sistema radicular como la parte aérea –formada por tronco, sarmientos, hojas y racimos– pertenecen a la misma planta y, en consecuencia, a la misma especie: en este caso a la Vitis vinifera. Si antes de que el insecto de la filoxera asolara la viña en nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX las cepas se plantaban con este sistema, la solución a tan espantosa debacle hizo cambiar el modelo. Desde entonces, el resurgir del cultivo se basó en una forma de plantación diferente que garantizaría la resistencia de la planta a esta plaga. Por un lado, la parte de la raíz, denominada pie americano, era de una especie resistente al maldito insecto (Vitis rupestris, Vitis riparia, Vitis berlandieri...) y sobre ella se injertaba la vinifera, es decir, la que interesa a nivel enológico puesto que es la única cuyas uvas son vinificables.
Este cambio de paradigma forzado por la invasión del insecto enemigo no se produjo de la noche a la mañana. Aunque hoy, el artículo 5.4 de la Ley 24/2003 de la Viña y el Vino prohíbe la plantación de viña en pie franco, en aquellas décadas posteriores al desastre, la introducción del pie americano fue paulatina, de tal forma que existen viñas posteriores a la plaga plantadas directamente, sin portainjerto.
Pero cuando la filoxera llegó, no pudo con toda la masa vitícola de la Península. Y no pudo porque se topó con un inconveniente con el que no contaba: los terrenos arenosos. En suelos de texturas arenosas, el insecto no es capaz de perpetrar sus desmanes contra las raíces de la vid y, por lo tanto, este tipo de suelos actúa de cortafuegos ante su letal ataque. Por este motivo, viñas muy viejas plantadas sobre arenas que lograron salvarse de la voracidad de la filoxera aún siguen vivas. Es en este caso en el que nos encontramos con viñas de pie franco y además prefiloxéricas. A modo de conclusión, podemos decir que todas las viñas prefiloxéricas están plantadas en pie franco, pero no todo el pie franco tiene por qué ser prefiloxérico.
¿Cuál es exactamente el interés vitícola de este tipo de viñas? Hay quien opina que esta viña es capaz de dar uvas de mayor calidad que la que está plantada sobre pie americano, pero como ya vimos en la cata de MiVino 259 (en la que reflexionábamos sobre la viña vieja), el mero hecho de que una planta tenga muchos años o sea pie franco no es relevante en cuanto a aspectos cualitativos enológicamente hablando. El verdadero interés de esta viña radica en la riqueza genética que albergan estos viñedos. Aunque en España la erosión genética vitícola de las últimas décadas del siglo XX ha sido contenida, el modelo de plantación actual favorece esa uniformidad en nuestros campos. Es por esto que el gran valor de las viñas prefiloxéricas y de pie franco es que son portadoras de un patrimonio genético único que hay que proteger. Tanto es así que recientemente se ha creado en Mónaco la Asociación Francs de Pied, que busca proteger y reconocer los vinos que procedan de este tipo de viña como Patrimonio Mundial de la UNESCO, así como distinguirlos con un sello de calidad. Motivos suficientes para dedicar a estos vinos la cata central de este mes. Veréis que todos tienen algo que los distinguen, quizá el verdadero sabor de la historia del vino.